baja de peso comiendo chocolate
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«Baja de peso comiendo chocolate» o cómo las noticias falsas se propagan en la red

Cuando estudias historia una de las cosas a las que te haces adicto es a la necesidad de las fuentes. Esto puede resultar fastidioso cuando haces alguna investigación, pues es engorroso tener que respaldar con citas y fuentes confiables todo lo que dices pero se convierte en un hábito saludable, pues te hace un poco más difícil de engañar. Ahora pienso que esto es algo que deberían enseñarnos a todos, sin importar la carrera que curses o a lo que te dediques, pues en esta sociedad hiper-conectada donde estamos expuestos a una gran cantidad de información es imprescindible aprender a discernir entre fraudes y hechos, para evitar ser ingenuos susceptibles a los hoax y rumores.

 

Baja de peso comiendo chocolate
Food Pyramid – Sweets via photopin (license)

¿Resulta fácil engañarnos?

Esto no es un anuncio

Hace poco me tropecé con un artículo donde un periodista relata cómo logró engañar a la opinión pública con un estudio donde demuestra que el chocolate ayuda a perder peso. No pude evitar sonreír, pues hace varios meses encontré varios artículos en mi muro de Facebook que hacían eco de esta información. No crean que sólo los blogs de contenido dudoso y sensacionalista mordieron el anzuelo, pues publicaciones respetadas a nivel internacional también se encargaron de difundir la noticia que se replicó en más de 20 idiomas alrededor del mundo. Este periodista se encargó de montar bien el teatro: para que calara dentro de la comunidad científica, hizo algunos estudios con individuos y publicó unos resultados escuetos que se volvieron virales.

No es las primera vez que esto ocurre en la comunidad científica. En los años noventa se hizo popular el escándalo Sokal, en el que un profesor de física logró que publicaran un artículo plagado de sin sentidos en una revista de ciencias sociales. Más recientemente, unos investigadores de España lograron colar en Google Scholar un falso artículo científico… cada vez se hace más patente que no hay medios 100% fiables y que es posible manipularlos para lograr cualquier objetivo.

En Venezuela no somos ajenos a este tipo de engaños. Hace un par de años se difundió una noticia en la que afirmaban que en las cajas de cereales Froot Loops se escondían mensajes subliminales venidos desde el Imperio que incitaban a conspirar contra la revolución bolivariana. Comenzó como una broma en un sitio web y terminó siendo citado en un programa de televisión a nivel nacional. Asimismo, no olvidemos cuántas fotos falsas circularon en Twitter hace un año durante las protestas que tomaron las calles en varios estados del país. Hace unos días comenzó una cruzada sobre una supuesta planta de acetaminofén cuyo nombre es boldo, que si bien es cierto posee ciertas propiedades curativas, es de uso bastante delicado. En nuestro país este asunto es mucho más grave, porque no se trata de la dieta de moda, sino que estas informaciones falsas pueden trascender a otras esferas. La ausencia de medios de información confiables nos hace aún más vulnerables a la manipulación.

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Todo es falso hasta que se demuestre lo contrario

Esto es un llamado de atención a nuestras costumbres a la hora de consumir información. Estamos tan acostumbrados a tomar como real cualquier cosa que aparece en letra de imprenta que no nos detenemos un segundo a cuestionar de dónde viene la información, muchísimo menos a revisar si las supuestas fuentes citadas tienen alguna credibilidad. En un mundo donde los artículos con títulos click-baits (carnadas de clicks) son la norma, donde se le otorga más crédito y difusión a una noticia sensacionalista que a un reportaje bien fundamentado es difícil crearse un aparato crítico que nos permita discernir entre la realidad y la ficción.

Si a este marasmo informativo le aunamos la pereza de quienes consumen noticias como quien come papas fritas y el ego superlativo de quienes se creen poseedores de la verdad, terminamos con individuos aún más vulnerables a la persuasión, pues las personas al sentir que se las saben todas son menos propensas a corroborar las fuentes y la veracidad de la información. No es de extrañar que nuestros feeds de noticias contengan basura que se propaga e información relevante que pasa por debajo de la mesa.

El rol de «periodista ciudadano»

Vivimos en un país donde los medios de comunicación no son una fuente fiable de la realidad. Ya sea porque guardan un silencio sepulcral o porque omiten información, nos hemos visto obligados a acudir a medios alternativos como las redes sociales; lo que pone sobre los hombros de personas comunes y corrientes el peso de manejar información sobre temas delicados. Como el ciudadano común y corriente no se preocupa por conocer los medios para distinguir hechos de los rumores, terminamos envueltos en una maraña de noticias, rumores y teorías conspi-paranoides que crean personas con matrices de opinión encontradas, saturadas y extremas.

Desde esta perspectiva resulta fundamental aprender cómo validar o desmentir la información que llega a nuestras manos. Saber manejar herramientas simples como búsqueda inversa de imágenes en Google, revisar las fuentes de donde proviene la información (ver los vídeos, leer los estudios, corroborar si los expertos nombrados existen y tienen trayectoria, por ejemplo), aprender a distinguir entre sitios web confiables y aquellos de dudosa procedencia, y sobre todo evitar compartir artículos, tweets o noticias por impulso, sin corroborar las fuentes, y desmentir los rumores; pueden marcar la diferencia entre el flujo de información que compartes. Se trata de convertirte en un consumidor consciente de que cada cosa que se transmite en las redes tiene un peso e influencia en el mundo que le rodea.

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Foto: Food Pyramid – Sweets via photopin (license)

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