Parque Nacional Canaima, entre el amor y la indolencia
En el sur de Venezuela, en las profundidades del Macizo Guayanéz, se ubica uno de los lugares mas preciosos y significativos que ser humano puede conocer; debo reconocer que de solo recordar mis estancias allí se me acongoja el corazón y mi cuerpo quiere salir corriendo del caos citadino, derechito al espacio infinito y a los ríos refrescantes del Parque Nacional Canaima. Lamentablemente no todos asumimos con el mismo nivel de conciencia lo valioso que tenemos y terminamos tratando con irresponsabilidad y hasta desprecio a nuestras joyas naturales.
Hay que decir con toda propiedad que no hay en el mundo un lugar como este, no hay cosa que se le compare en términos de atractivo turístico, entendiendo además que estamos refiriéndonos al lugar donde se encuentra una de las formaciones geológicas mas antiguas del planeta. A los que se han preguntado como seria el paraíso prometido en el cielo, yo les diría desde mi más honesta postura agnóstica, que el paraíso está en la tierra, allí en esa región milenaria que guarda en su origen la historia de la vida del planeta.
De la importancia geológica y ambiental del Parque.
Este parque es el segundo de mayor extensión del país después del Parque Nacional Parima- Tapirapeco ubicado en el estado Amazonas. Canaima, con una extensión de 3.000.000 de hectáreas ubicado en el estado Bolívar, tiene un clima perfecto que tiene como media los 20° y es parte de la Formación Roraima que tiene una edad que llega hasta los 1700 millones en las zonas más antiguas. La región donde se encuentra la formación Roraima es el Escudo de Guayana siendo en términos geológicos el más antiguo del territorio venezolano y uno de las superficies continentales más antiguas del planeta.
Aquí se puede disfrutar de la armonía perfecta entre la espesura de la selva en el lado occidental donde se encuentra el Salto Angel y la larga vista que brinda la sabana del lado oriental, ¡eso si!, siempre al fondo te sigue la majestuosidad de los tepuyes. Este parque es el hogar de casi 30.000 personas pertenecientes a la etnia pemón, diferenciados en tres grupos principales, Arekunas, Kumaragotos y Taurepanes. La fauna y la flora es súper diversa, allí viven miles de especies endémicas y algunas se encuentran en peligro de extinción, es lamentable saber que si no cuidamos lo que tenemos, quizá no podamos volver al Oso Palmero o a la Nutria gigante amazónica. Además del inigualable atractivo paisajístico este territorio por gracia y por desdicha, lleva la carga de ser poseedor de grandes riquezas minerales, lo que lo hace aun más vulnerable; el drama de la minería sin ningún tipo de control da cuentas de un problema estructural en el que propios y extraños participan y urge resolver.
Insisto, si tuviéramos conciencia del valor de lo nuestro actuaríamos de otra forma, cosa que a foráneos pareciera no les cuesta reconocer, siendo declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad mientras nosotros, “instrumentos ciegos de nuestra propia destrucción” despreciamos nuestras maravillas.
El turismo irresponsable y la inconsciencia colectiva.
Año tras año, temporada tras temporada, tanto el lado oriental como el occidental del Parque Nacional Canaima sufren los estragos de un turismo inescrupuloso e irresponsable. No hay un ápice de conciencia en la gente que va en sus camionetas 4X4 contaminando todo lo que está a su paso y escuchando reggaetón a todo volumen cual viernes en la noche en las Mercedes. Esto que digo es con conocimiento de causa, pues la ultima vez que se me ocurrió la idea de ir a Gran Sabana en Semana Santa, casi desfallezco al ver la insensatez de los llamados “rustiqueros” o “jeeperos”, haciendo grandes campamentos, con equipos súper aparatosos para garantizarse la comodidad, y así ir creando las condiciones para armar las megas rumbas como si estuviesen en el jardín de su casa, dejando por supuesto y donde les parezca, montañas de desechos. En el día la nota es competir por los caminos mas intrincados de la sabana, que claro está, son las consideradas zonas en restricción. Abren nuevas trochas, erosionan el suelo hasta el punto de crear cráteres, se embriagan, generan accidentes automovilísticos, todo para demostrar su absurda hombría montados en esas camionetotas, y yo me preguntaba ¿por qué no se quedarán mejor en sus casas, en la ciudad, haciendo conmunmente lo que pueden hacer en sitos privados, sumidos en la ignorancia y la indolencia? Recuerdo haber visto uno de esos Jeep volcado en plena Carretera Nacional y reconozco que ante tanta irresponsabilidad, solo pude sentir molestia por lo ocurrido.
En ese instante decidí no volver en temporada, tratar de alejarme de los depredadores de la selva y la sabana se convirtió en mi tarea de ahí en adelante. Cuando salgo de Caracas para ir a un lugar tan mágico, lo que menos quiero es coincidir con turistas inconscientes y revivir la lógica voraz de la ciudad.
Es necesario que el modo insensible y arrogante con el que nos relacionamos con estos espacios cambie. Yo estoy convencida que pueden prevalecer formas distintas de aprovechar un espacio turístico Es un asunto de valores, tanto individuales como colectivos que hay que transformar, si empezáramos a percibir con respeto y orgullo lo que por obra de la naturaleza nos fue concedido para disfrutar y proteger.