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La necesidad del fracaso

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Fotografía: Fracaso (Licencia)

Durante mi adolescencia habían un par de cosas que nunca-nunca-NUNCA debían sucederte si es que querías seguir siendo considerada una jovencita de bien: salir embarazada y repetir un año. Se entiende perfectamente por qué una adolescente no debe salir embarazada, pero en este momento de mi vida me cuesta entender cómo se equipara repetir un año escolar con un embarazo precoz. Ambas cosas, aunque por motivos distinto, eran consideradas un gran fracaso y por ende, resultaban imperdonables.

¿Fracasad@ yo?

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Tenemos una concepción de lo que es el fracaso bastante particular. Pareciera que se asume que todo ser humano normal debe ser capaz de cumplir con un programa (de estudios, profesional, amoroso…) en una cantidad predeterminada de tiempo, si no, se considera que que le hace falta un poco de ayuda, que no es tan inteligente como los demás; es decir, una serie de eufemismos que buscan disfrazar el hecho de que la persona se considera estúpida, retrasada y por ende, fracasada.

De este modo es como se supone que debemos casarnos y tener hijos antes de los treinta, terminar la secundaria en cinco años, la universidad en otros cinco, tener una carrera en pleno ascenso a los treinta, entre otras cosas. En caso de que necesites más tiempo para lograr determinada meta, ya lo sabes, estás retrasando el éxito o mejor dicho, estás acercándote al fracaso.

Por supuesto, no todos los individuos son capaces de alcanzar sus objetivos en el tiempo estipulado, por lo que terminan llenos de culpa e infelices. Lo grave del asunto es que lograr algo en el tiempo estipulado para ello no es garantía de calidad, aprendizaje ni éxito.

¿La culpa es del sistema?

photo credit: Para darse cabezazos contra la pared (Licencia)
Fotografía: Para darse cabezazos contra la pared (Licencia)

Nada me gustaría más que sentarme aquí frente a mi teclado a despotricar en contra del sistema. Me encantaría poder decirles todas las fallas que hay con los sistemas educativos y con la sociedad, por ejemplo, y la necesidad de una revolución capaz de transformarlos. El problema es que aunque considero que el sistema educativo, por poner un ejemplo, dista mucho de ser perfecto y está repleto de fallas no me parece que cambiar el sistema solucione todos los dilemas respecto a como definimos y vivimos el supuesto fracaso. El cambio tiene que venir desde el individuo para que las transformaciones del entorno respondan a sus necesidades.

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Podría cambiar el sistema, que lo ha hecho, pero seguiremos encontrando una forma de hacernos sentir culpables. El modelo de ganador/perdedor sigue imbricado en nuestra mente. Un ejemplo de ello está en la forma de evaluación de los niños en primaria y secundaria: antes se calificaba con números, ahora se utilizan objetivos, logros y competencias. Esto no ha reemplazado la percepción del alumno que aprobó o reprobó; sólo ha hecho un poco menos explícitas tales categorías.

Un sistema intenta crear parámetros para ordenar un proceso de forma general; es por ello que estima cierta cantidad de tiempo para cumplir con dicho proceso. Ningún sistema es perfecto para todos los individuos, pues no tiene en cuenta las particularidades de cada persona. Todos los seres humanos tenemos ritmos diferentes para dominar ciertas habilidades, también hay circunstancias externas que pueden interrumpir un proceso. En caso de que esto ocurra, es necesaria la repetición para poder adquirir esa destreza. Y repetir no es sinónimo de fracaso, aunque se crea lo contrario.

Repetir no es fracasar

Tanto miedo le tenemos a tener que repetir un proceso, cosa que interpretamos como fracaso, que el sistema educativo venezolano actual le permite al alumno hacer evaluaciones casi ad infinitum, haciendo que repetir un año sea prácticamente imposible. Para muchos padres es imprescindible que el niño cumpla con el programa, que haga su primaria y secundaria en once años, que no se retrase, para que ingrese en la universidad y termine su carrera en cinco años y alcance, uno tras otro, todos los hitos de la vida perfecta que le llevará al éxito.

La prisa no lleva al éxito. Si un niño pasa a segundo grado sin saber sumar, tendrá problemas que le impedirán adquirir los conocimientos del tercer grado y así sucesivamente. Esto ocurre en diversos aspectos, no sólo el educativo. He conocido a varias personas que se comprometen o casan con la primera persona que se lo propone, sólo para no tener que estar solos a determinada edad o se quedan con una pareja que no les conviene o satisface sólo por no tener que volver a salir con personas nuevas. Y, desde mi perspectiva, conformarse con lo mediocre es fracasar de verdad.

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Repetir un semestre o materia, tener que comenzar desde cero con una pareja o con cualquier proceso no es fracasar ni asumir la derrota. Es conocer tu tiempos y necesidades, aceptar que necesitas reforzar ciertos conocimientos para dorminar destrezas. Quizá puedas sentir que no vale la pena, pero es como releer un buen libro: serás capaz de apreciar esos pequeños detalles que pasaron desapercibidos y perfeccionarte. Más vale repetir con la frente en alto que conformarte con las sobras de un éxito inexistente y efímero.

 

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