Nunca serás una mujer perfecta e ideal
Ana es una mujer de un poco más de 25 años. Si la ves en persona, te sentirías impresionado. Su maquillaje siempre está perfecto, tiene unas cejas que te harían palidecer de envidia y por si fuera poco, tiene una figura bastante agradable. Se viste muy bien dentro de su estilo, casi siempre usa zapatos de tacón, huele divino y usa unos accesorios preciosos. Está en una relación estable y, al menos en apariencia, todo va de maravilla.
Ana decidió someterse a una serie de masajes y tratamientos para eliminar los rollitos que le están saliendo en la cintura. También está a dieta y ya casi termina de ahorrar lo suficiente para colocarse implantes mamarios. Ana puede ser casi cualquier mujer de este país. No sólo porque siempre luce bella e impecable, sino porque está inmersa en una carrera que nunca va a ganar. Ella nunca será una mujer perfecta e ideal.
El círculo vicioso
Ser una mujer que intenta seguir los estándares de la sociedad en lo referente a la construcción de la femenidad es difícil, complicado y eterno. No importa que tanto te esfuerces, nunca lograrás estar a la altura. Este círculo vicioso se hace manifiesto cuando te encuentras con otras personas y escuchas comentarios contradictorios. El más común es sobre el peso: «¡estás como repuestica/gorda/rellenita!» o «Estás muy delgada, ¿estás enferma?». Los comentarios sobre el maquillaje son de mis favoritos, si no te maquillas te dicen que deberías arreglarte más, pero si te maquillas suelen sugerirte usar menos maquillaje, pues a nadie le gustan las personas que lucen tan falsas.
Los seres humanos hemos aprendido a relacionarnos siguiendo determinados patrones, que seguimos reproduciendo y que, al menos en nuestra sociedad latinoamericana, están muy orientados a perpetuar el modelo patriarcal. Las mujeres nunca estamos completamente bien, nunca somos perfectas ni completas. Siempre nos falta algo.
El doble discurso
Pareciera que existe una lista que todas debiéramos cumplir, una serie de items que podrías ir tachando a medida que lo alcanzas: un cuerpo atractivo, cabello fabuloso, una carrera exitosa, hijos, un buen marido… el problema es que esto no es así, al menos no completamente. Porque apenas logras uno de los puntos de la lista, tendrás más requerimientos pendientes; porque lo que sea que hiciste nunca será suficiente.
De este modo, si te sometiste a una cirugía estética, eres una mujer plástica y superficial, aunque es probable que te digan que «sólo te falta la lipo para quedar bien». Si no lo haces, entonces te falta trasero/lolas/cintura. Si quedas embarazada, metiste la pata, pero también pueden decirte que deberías tener otro más para que tu hijo no se sienta solo. Aunque si no deseas tener hijos entonces eres una egoísta y amargada. Si tienes un hijo y decides quedarte en casa a cuidarlo, eres una vaga mantenida; pero si sigues trabajando entonces eres una mala madre que descuida a su bebé. Hay un eterno doble discurso,enfocado siempre a criticarnos.
Esto es un cuento de nunca acabar y no depende de la capacidad que tengas como mujer o profesional, tampoco depende de tu género o del nivel socio-cultural. Esta sarta de contradicciónes que suelen estar imbricadas en el pensamiento de muchísimas personas son parte del legado patriarcal por el que se rige la sociedad. Ese montón de ‘especificaciones’ que deberían cumplir las mujeres perfectas e ideales no son una lista que debes acatar sino que son una forma de mantener la opresión. La lista se amplía y cambia porque el objetivo es mantenerte en completa incertidumbre y hacerte sentir insegura de ti misma.
Una mujer insegura, que no se siente completa, que no es capaz de sentirse satisfecha con sus logros, capacidades y hasta con su propio cuerpo es voluble, moldeable y fácil de manipular. Vale la pena que todas las mujeres nos preguntemos de qué forma estamos abordando nuestra vida, de quién son las expectativas que estamos cumpliendo, si realmente nos sentimos satisfechas o si estamos enfrascadas en una carrera de ratas que no tiene un objetivo claro. Nunca es tarde para replantear tu sistema de creencias y comenzar a aceptar que nunca serás una mujer perfecta e ideal, pero seguramente puedes ser feliz.